- Un litro de leche
- un trozo de canela o corteza de limón o vainilla en rama
- 8 yemas
- una pizca (basta con utilizar la punta de una cucharita) de harina
- 5 cucharadas de azúcar
Se hierve la leche con algún aroma que nos guste, por ejemplo, canela, cáscaras de cítrico o una rama de vainilla abierta
en dos y rascados sus granos. Una vez cocida, se deja templar.
Mientras tanto, en un bol, se mezclan con unas varillas de batir las yemas de huevo, la pizca de harina y las cinco cucharadas
de azúcar, hasta conseguir que quede una crema homogénea y lisa.
Llegados a este punto, se añade, lentamente y sin dejar de batir, sobre esta mezcla la leche colada recién hervida, con cuidado
de que no se nos hagan grumos y quede bien liso. Una vez añadida la leche templada a la papilla de yemas, harina y azúcar,
se vuelca la mezcla sobre la cazuela en la que previamente se ha hervido la leche y se pone a fuego muy suave, sin dejar de
dar vueltas con una cuchara de madera
Hay que tener en cuenta que es muy importante que nunca hierva la mezcla y que el fuego se mantenga muy suave. Cuando la natilla
haya espesado ligeramente y adquirido aspecto como de una crema deliciosa, entonces se reparte en varios cuencos, tazas o
vasos, uno por comensal. La vieja tradición de colocar encima una galleta es muy adecuada. Así la crema no hace una película
superior oscura y la galleta evita que caiga en el interior del postre, y estropearlo, cualquier ingrediente que se pueda
tener en la nevera
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